Friday, January 05, 2007

“Avilamarinas"



Los cangrejos y tortugas son criaturas del mar que tienen algo en común: ambos viven y penetran los fondos marinos, pero también serpentean el trazo de los oleajes cuando rompen sus espumas en las pardas arenas de las costas de el Caribe o el Guanacaste; ahí donde siempre anidan nuevas criaturas al depositar huevecillos que luego recubren con la misma arena, y semanas después brotan como un ejército de criaturitas que a toda prisa atraviezan las playas para alcanzar las agua salinas y consumirse a descubrir la maravilla de su entorno.
El pintor Ricardo Ávila se ha interesado en mostrar esas criaturas en sus telas, e incluso en sus múltiples murales; las pintó allá en las paredes de la guardería de Punta Islita en la Península de Nicoya, que es parte del Museo al Aire Libre de Arte Contemporáneo; las pintó, además, en los muros de su propia casa allá en la comunidad santacruceña de Veintisiete de Abril; así como las ha pintado en muchos de sus cuadros, e incluso en composiciones digitales a partir de fotografías de sus propios cudaros, como son los mostrados en ese tríptico que él titula “Avilamarinas, 2007”.

Motivación ecológica
El artista, al tematizar estas criaturas motiva para que nosotros los espectadores de sus obras, afinemos y tengamos conciencia sobre la destrucción de estas criaturas: como cuando roban sus huevecillos para expenderlos como bocas en bares de todo el país; o cuando son cazados para comerciar su exótica carne y sus hermosos caparazones.
La verdad que no debiera hacer falta observar el tema en la pintura, para que nos incomoden esas prácticas de exterminio de estas hermosas criaturas; pero el artista se congracia con la naturaleza al pintarlas; recrea esa ecología que en tanto paisaje, escenario natural, siempre estará en peligro mientras no tratemos de detener a sus detentores: desgraciadamente a veces somos nosotros mismos cuando se nos antoja comer un “huevito de tortuga” o sentimos la gula de saborear una paradisiaca sopita de ancas de cangrejo.

Visitar: www.ricardoavila.net / ricardoavilamurales.blogspot.com www.ricardoavilanaif.blogspot.com

Wednesday, December 06, 2006

Odas en tiempos de guerra, la nueva muestra de Luis Chacon



Odas en tiempos de guerra
Por Luis Fernando Quirós

Al observar la obra de este artista se explora el complejo laboratorio que representa hacer arte hoy, en tanto se mira la diversidad de matices que él ha expresado en pintura, instalaciones, ensambles, collages, esculturas, objetos, intervenciones en sitio, apropiaciones, y es ahí donde se aprecian distintas profundizaciones a zonas como lo social, lo político, lo ambiental y lo puramente compositivo o estético; todo ello expresado con el fuerte signo de su lenguaje cultivado en dicha variedad de terrenos. El suyo es un arte de ardides e incisivas críticas elaboradas como el mejor estratega en su campo de batalla: el cuadro, el objeto, la idea y dicho con ese lúdico “colmillo venenoso” que caracteriza al Luis Chacón que todos conocemos.

“…en tiempos de guerra”
Hoy nos muestra esta nueva serie que alinea su postura como un activista más en contra de una catástrofe que sigue calando en el Golfo Pérsico. Se trata de una guerra en la cual los perdedores somos todos y la gran violentada será siempre la cultura de la humanidad acechada por un enemigo que se mueve difuso, escudado tras el falso signo del guerrero de la paz.
Ante tan convulso enigma, yo me pregunto: ¿qué paz podemos disfrutar si el petróleo engatilló la bala de la tensión económica mundial?, o ¿no fue ese el motivo que disparó el cañón del costo de los combustibles, alza que acribilla con explosivas hambrunas a pueblos desprotegidos que ya no aguantan más y que ven todos los días un horizonte pringado de sangre? ¿No son esos los escenarios de las barriadas de Bagdad?, o, ¿no está presente su signo en las escaramuzas donde aún se forcejea allá en las montañas de Afganistán? Y, aquí en el país, sus estertores retumban tras la “¿ventaja/amenza?” del TLC, e incluso, está tras esos robos de cable que provocan apagones en las autopistas y barrios de las ciudades cuando se dice que “en tiempos de guerra todo el válido”.

“Canciones de paz…”
Es desde este eje que Luis Chacón abordó el escenario de la nueva muestra de su pintura. Yo, como espectador travieso, me apropio sólo del fragmento de “canciones de paz”. Quizás eso es lo que él quisiera inyectar a esta convulsa sociedad de inicios del tercer milenio, para que todos seamos concientes de esa “ponzoña” que haciendo alarde del poder, cabecea ante las miradas atónitas del mundo; lo que es apreciado en uno de los cuadros de Chacón en el cual nos evoca aquel decir -en el seno de la ONU dicho por el recién re-electo presidente venezolano: “aquí aún huele a azufre”.
Repito, me quedo con la canción de paz, en tanto Chacón se vuelca hacia sí mismo, vuelve a ojear su interioridad para que emane de esos escenarios no sólo una visión crítica o fatídica sino de esperanza: para que esas actitudes empedernidas del desamor truequen en tonadas que no nos duerman, sino más bien que nos despierten a todos de esta terrible pesadilla.

¡No más desesperanza!
En cada pintura-collage que hoy se exhibe en la Galería Nacional se muestran fragmentos desperdigados de un lenguaje como el musulmán que alguien en el mundo se propuso desaparecer, porque esas son voces incómodas y representan reveses para el ajedrez de la política internacional. Los horrores de la guerra lo tematizaron Goya, Picasso, Kate Kollwitz, Mark Chagal, entre otros artistas de alto calibre. La manifestación que Luis Chacón dibuja en sus telas con dichos signos y donde pega fragmentos de periódicos nacionales como La Nación con sus partes noticiosos -que como enormes interrogantes flanquéa sus títulos, fotografías y textos-, son revertidos por los trazos, pinceladas, texturas y tratamientos cromáticos que caracterizan a este artista nacional; para que propaguen su pensamiento y que no se encañone tanta bala, tanta bomba y tanta metralla; más bien que en sus miradas pongan más canciones de amor para transformar estos fatídicos tiempos y en vez de sangre fluya aquella oda de Goethe musicalizada magistralmente por el ingenio de Ludwin van Bethooven.